> CRISÁLIDA. (11) Video-instalación tri-canal, en un cubo blanco, con el suelo lleno de rosas blancas mustias. Obra de danza audiovisual en la que se muestra a una bailarina en proceso de transformación y cambio. Crisálida del paso del tiempo, de la juventud perdida, de los movimientos que el cuerpo ya no permite, de los dolores constantes, de las caídas, de la madurez que converge en vejez en un cuerpo que tiene que aecptar los límites, las marcas del castigo diario que es ejercido por un cuerpo que es agaitdo día a día, analizado, sentido y expuesto hasta topes que no son ya los naturales, los aceptables como individuo. A modo de film de narración continua y a tiempo real, se nos presenta un escenario vacío, aséptico, blanco. Bajo esta premisa de la sencillez, de la limpieza visual y de la no persencia, por lo menos en esa primera instancia, 3 proyecciones también blancas que sirven de marco de la acción nos presentan un tríptico a modo de cuadro casi místico, la acción poco a poco aparece en esas pantallas, casi difuminada, casi un sfumato de ese "no tiempo". La bailarina es mostrada y diseminada en estas imágenes en blanco y negro que cuentan, muestran o narran las acciones que la propia actriz realiza en el espacio. En cada pantalla, un espacio, una tiempo narrativo, una pequeña sensación. El presente se representa en la pantalla central, una superposición de detalles de esos movimientos centrales que conviven en pantalla y escenario. El pasado se muestra en pequeños enfoques a pies, manos, arrugas, donde el tiempo se persenta tal cual, sin alteraciones, sin máscaras, ni camuflajes, donde las heridas narran un pasado, ya imposible de borrar. El futuro, que todavía está, es narrado en la última pantalla, donde se aprecian los movimientos, los cambios, los destellos de ese baile, en la que las vendas nos llevan a ese paso casi imperceptible y mínimo hacia el futuro, que, de facto, nos llevará a su vez a la muerte. En su dimensión sonora, no son más que pequeñas ampliaciones de sonidoso ctidianos, que conviven con la narración de la bailarina en el escenario. Su respiración, sus pasos, sus caídas, esos movimientos casi imperceptibles que contribuyen a recrear ese nuevo ser que está en proceso, en construcción-destrucción. Quizás en este planteamiento de narrativa audiovisual, no puede a su vez faltar, el olfato, que servirá, una vez más, para situarnos en el presente, pero quizás con la reminiscencia del pasado. Un suelo cubierto de rosas blancas, ya mustias, nos aproximarán a una posible sensación atemporal, que nos podrá traer recuerdos de la infancia, el campo, quizás a algunos a su madr e, abuela, amado, pero a su vez, la acritud de un tiempo ya caduco, marchito. Escenario: Aproximadamente un rectángulo proporcional a 5x6m, ampliable y adaptable al propio recinto, pero nunca más grande de 10x12m pero esa sensación que se precisa de intimidad. Un suelo blanco. Unas 100 rosas blancas. Proyecciones: 3 Pantallas de proyección, o lienzos blancos de un tamaño de 5x3m, o proporcionales al escenario. 3 proyectores de 5-10.000 lúmenes. Audio: 3 monoitres de 150w. Coreógrafa y Bailarina: José Castilla. Bailarina: José Castilla. Vídeos: Mario Gutiérrez Cru. Producción: Araceli López. |